El niño que vió el sol

El tema de ésta pequeña narración fue sugerido por Amando (un compañero del Foro de literatura .com) al cual me he unido recientemente. Qué lo disfruten!!
Sintió el viento sobre su rostro y le resultó más refrescante que otras veces, escuchó con atención la suave música de aquel oscuro y dulce entorno, a su corta edad había aprendido a mirar a través del alma, su ceguera no era más poderosa que su voluntad. Desde muy pequeño comenzó a soñar, animado por las fantásticas historias que su madre le contaba, sabía de genios que salían de lámparas dispuestos a cumplir deseos, también de hadas que con sus hechizos transformaban cualquier realidad, y por supuesto; sabía de Dios, sólo que a este último no lo entendía.

Nunca antes había sentido este fuego que provenía de lo más profundo de sus vísceras, la conformidad lo acompañaba desde siempre pero parecía que hoy lo abandonaba, ¿cómo sería el cielo?, ¿cómo serían los colores?, ¿por qué la oscuridad en presencia de la luz?, ¿por qué a él?.

Uno, dos, tres… caminaba mientras contaba los siete pasos que lo separaban de aquél rincón en donde su madre acostumbraba rezar. Dudó por un instante, pero no, decidió proseguir, lo había pensado mucho como para desistir. Juntó todas sus fuerzas y tembloroso, más por rabia que por miedo, se arrodilló frente al altar.

- - ¡creaste el cielo y la tierra!,- gritó- ¡hiciste la luz y te olvidaste de dármela!, ¡te llevaste a mi padre!, ¡dime por qué!. Dios: ¡si tú eres bueno y poderoso sólo una cosa te pido!: permíteme ver tu más bella creación, permíteme ver… el rostro de mi madre.

El llanto ahogó sus lamentos, y haciendo acopio de valor respiró profundamente para contener la ira y el remordimiento súbito por haber afrentado a Dios. Mucho más valor necesitó la madre para sofocar su llanto. Sigilosa había observado la escena, en ella no había rabia si no dolor, un dolor agudo, intenso, taladrante. ¿Cuántas veces ella había recriminado al creador?, ¡con qué alegría se sacaría los ojos si con eso su pequeño pudiera ver el sol!, ¡cuánta impotencia! ¿Cómo complacer el deseo tan sublime de su hijo?...

Uno, dos, tres… contaba mientras recorría el pasillo hacia el comedor, la cena estaba servida, el olor a panecillos recién horneados inundaba el ambiente, con cuidado el pequeño jaló la silla de madera y lentamente se sentó, el sabor del chocolate caliente le pareció más delicioso que nunca y aquellos panecillos rellenos de miel que su madre con tanto amor había preparado parecieron aliviar sus penas.

La noche era fría casi gélida, la madre vistió al pequeño con un pijama de franela y se recostó junto a su niño, le dio un tierno beso y acarició su cabello mientras lo invitaba a soñar contándole esas maravillosas historias de genios y hadas, solo que esa noche ella era la protagonista de los cuentos, en el mundo de la fantasía, ella era un hada bondadosa que combatía la oscuridad con panecillos mágicos.

Tres días más tarde hallaron los cuerpos inertes. Yacían uno junto al otro fundidos en un cálido abrazo, la expresión facial denotaba tranquilidad, había paz en el rostro de la madre, la paz que provoca la misión cumplida. La sonrisa dibujada en el pálido rostro del pequeño daba cuenta de que tal vez, ese dulce veneno sabor miel había logrado cumplir su más ferviente anhelo.

3 comentarios:

karlos_Enrique dijo...

vaya sorpresa demain tambièm? pues es mi libro favorito junto con el lbo estepario, aunque causaròn unos revuelos existenciales en mi vida, de aquello que no puedo deshacer, lindo relato un gusto estamos en contacto...

Viannka dijo...

Gracias Karlos por tu comentario, y sí, me declaro admiradora ferviente de Hesse, ahora mismo me encuentro leyendo nuevamente "El lobo Estepario", pero definitivamente el sabor de Demián es exclusivo.

Chuchochildren dijo...

Me encanto tu relato. Tu forma de escribir es hermosa. Haces que uno se imagine cada palabra que escribes. El final es muy triste, creo que la muerte no éra la salida.
Sigue escribiendo.
Tu mas grande admirador.
Chucho